Es martes, 29 de noviembre y emprendemos el viaje a Bolivia, a la II cumbre mundial de juventudes antiimperialistas.
Se iba a realizar en Villa Tunari, en el departamento de Cochabamba. Unos días antes alguien me dijo al pasar: "Villa Tunari es una ciudad como Rosario...". No sabíamos mucho de la organización del evento, ni de la comida, ni del clima... Pero eramos unas almas puramente entusiasmadas, ansiosas.. "¿Hablará Linera?, ¿Cerrará Evo el evento?", "¿Alguno de ustedes ya conoce Bolivia?". Iba a ser un gran viaje y estábamos todos entregados a ese destino.
Desde Rosario viajamos dos horas hasta Santa Fe, donde se subieron más jóvenes y luego a dos horas más a Rafaela: la última subida de compañeros. Íbamos, definitivamente, hacia el norte. La brújula apuntaba a la cuna de la lucha sindical y política del querido Evo Morales.
Fueron casi 48 horas de viaje, en ese rato, de a poco nos íbamos conociendo entre nosotros. Éramos los únicos delegados de Argentina, nos enteramos en el camino, eso le daba una cuota extra de responsabilidad y compromiso... seguíamos yendo al norte.
Entre los últimos mensajes que recibía en el celular antes de cruzar la frontera mi tía me advertía de los hermosos paisajes por los que estaba a punto de cruzar en Salta y Jujuy, mi madre me recomienda hacer un "fanzine", mi padre me pide fotos y relatos, mi abuela me desea un buen viaje y se compromete a avisarme sobre el resultado del partido del canaya que jugaba a la noche del 30 de noviembre. Seguíamos encaminados a la capital cocalera.
Antes de ir a Bolivia, el cónsul boliviano de Santa Fe nos convoca a una reunión en Rosario, en la que nos impone dos objetivos primordiales -"es casi un mandato" dijo él- por un lado advertir sobre las consecuencias de un gobierno neoliberalista al poder, desde nuestra oportuna posición actual: nuestro presidente hoy, es uno de los tantos depredadores de la humanidad. El segundo, era ir con el claro propósito de tejer un poncho: una hermosa y resistente prenda de origen andino que comenzaron usando indígenas y luego también criollos. Es una prenda hecha de hilos de varios grosores y colores, que se unen poderosamente para hacer juntos un frente contra las fatalidades. Eso, puedo afirmar, fuimos a hacer. Como dijo un compañero en una de las tantas charlas: " y bueno, el poncho incluye un agujero en el medio..." Y sí, además de los hilos, incluye en un espacio vacío, donde hay lugar para que pasen otras cosas, de otro material, provenientes de otros lados... pero al final, lo incluye. Incluye los desacuerdos, las diferencias y los desencuentros pero de una forma u otra, estábamos todos del mismo lado. Construyendo siempre una misma cosa; tenemos un enemigo claro.
Llegamos. Nos encontramos en el trópico de Bolivia (me entero al bajar del colectivo). Me golpea una ola feroz de humedad y calor. Rosario también es húmeda y calurosa, pero Villa Tunari se parecía poco y nada a mi ciudad.
Llegamos a esta localidad de aproximadamente 4000 habitantes, que se ubica en la confluencia de dos ríos. Nos rodea una hermosa selva tropical.
Nos dirigimos al Complejo Educativo María del Rosario -oportuno nombre para la delegación Rosarina advierte días atrás el cónsul- allí nos alojaríamos en unas habitaciones de 24 camas, 12 cuchetas por las siguientes dos noches (que luego fueron tres).
Llegan unos instantes después que nosotros a la escuela en una caravana de la alcaldía unos aproximadamente 25 gendarmes. Los argentinos nos incomodamos ante la presencia, por nuestros pagos gendarmería y amistad no van de la mano. Sin embargo, los gendarmes bolivianos pueden sonreír, nos pueden hablar y ayudan a ubicar las camas y colchones.
Bolivia nos sorprende y empieza a fascinarnos.
Tenemos el primer día libre, es jueves 1 de diciembre y la cumbre se va a realizar el viernes y sábado.
Decidimos salir a recorrer un poco, nos comentan de una cascadita muy linda y un arroyito donde nos podemos meter. Para allá rumbeamos. Cuando salimos de la escuela hacia el arroyito nos encontramos con la caravana que había previamente llevado a los gendarmes a la escuela. El conductor nos invita a subirnos y llevarnos hasta el arroyo... Bolivia sigue dándonos la bienvenida.
En el camino conocimos el plátano frito, que vendrían a ser las "lays" bolivianas, definitivamente más ricas. Cuando llegamos, bajamos 40 metros y ahí estaban el arroyito y la cascada.
Eran las 11 am. Sobre unas piedras a la orillita, estaba sentada una chola, junto a sus tres hijitos. Mientras los pequeños jugaban, la mamá y la hermana mayor lavaban la ropa. La mujer agarraba una prenda, metía adentro un pedazo de jabón, lo trituraba con un palo y después, fregaba primero con un cepillo y luego contra las piedras, por último la enjuagaba y la prenda pasaba a ser una más de la enorme torre de ropa que ya había al momento de nuestra llegada.
Estuvimos en la cascadita hasta las 4 de la tarde. La chola partió casi junto con nosotros, cada hijito llevaba una parte de ropa y ella la gran mayoría cargada en la espalda. En todo el tiempo que estuvimos ahí, el único respiro que se tomó, o al menos que pude percibir, fue un minuto en el que dejó la prenda que tenia en la mano flotando en el agua y con las manos vacías se acomodó el sombrero, enderezó un segundo su espalda y volvió a agarrar la prenda. Cada ropa valía lo mismo, cada ropa requería de la misma dedicación, sin ningún tipo de cuestionamiento.
Queríamos seguir conociendo, decidimos ir hacia el pueblo de Villa Tunari. Nos llevo un taxi y viaje en la parte del baúl. Situación particular para mí, para los bolivianos, cosa cotidiana.
Ya en el pueblo, íbamos caminando: hay bolsitas de coca en todos los negocios, hay pescado de río en los barcitos, plátano en todas sus formas: frito, fresco, frio, caliente... En un momento vemos, en la vereda de enfrente, una casa de dos pisos bastante grande, de la que colgaban dos banderas: la boliviana y la cubana. Un poco mas atrás de las banderas vemos la foto de Fidel con unas flores a cada costado. Hacia menos de una semana había partido el comandante, éramos 11 y casi ni hubo que ponernos de acuerdo para cruzar la calle y dirigirnos a la casa.
Cuando nos empezamos a acercar, preguntamos si podíamos sacarnos una foto con las banderas a un hombre que estaba en la planta baja, el dice que claro que si con un acento inconfundiblemente cubano. Nos emocionamos todos. Entre foto y charla nos invito a subir. Estábamos hablando con el jefe de la brigada de médicos cubanos.
Una vez arriba, junto a la foto de Fidel, nos pusimos en ronda alrededor del jefe, los once, escuchando. Nos contaba de su misión: estaban cumpliendo uno de los tantos planes del comandante, brindar ayuda a quien sea que la necesite. Estábamos en una estación de médicos cubanos entre otras 170 que están distribuídas por otros países del mundo.
Iban saliendo cubanos de las habitaciones y se iban sumando a la charla. Uno más amable y amoroso que el otro.
Se iban presentando: la neonatóloga, el investigador, la pediatra... de repente, nos encontramos rodeados de héroes revolucionarios, de luchadores por la vida.
A medida que nos íbamos quedando y la charla se asentaba, el jefe de la "brigada de batas blancas"- como dijo él mismo- aceptó que le convidemos un mate y aunque no le gustó mucho, empezó a contarnos un poco sobre su historia personal.
Uno de nosotros se sentó en el piso y acto seguido hicimos todos lo mismo. El jefe evaluó la situación, se metió en una de las piezas y trajo un banquito. Él también se sentó, pero quedó unos centímetros más arriba. Elevamos la mirada. La charla tomaba otro nivel.
Empezamos a conocer Bolivia a través de los ojos de un Cubano, de un medico comprometido con la revolución, comprometido con un país que hizo su camino diferente al resto: "Cuba es un agujero mágico y simbólico en la novela de la historia." escribió mi ya no tan troska madre, recordando su viaje de 15 años a Cuba junto a su hermana y su abuela el día que murió Fidel.
El hombre nos contaba que cumplían contratos de dos años, al principio le costó encontrarse a sí mismo en este nuevo país, pero siempre se había sentido acompañado por su país y su causa. Nos contaba que lo tranquilizaba saber que su hija en la escuela, allá en Cuba, aprendía sobre Bolivia y el porque de la necesidad de su padre que tiene este país. Así también cada niño que tenga lejos a su papá o a su mamá, saben a dónde y para qué deben partir por un tiempo sus padres.
En Bolivia, la salud es paga, y el que no tiene para pagar salud, muere. Cruda es su realidad y cruda y dura fue la llegada de este médico. En las primeras semanas de su arribo, se encuentra con un niño enfermo que necesita una operación costosa para salvarse, el padre, sin amparo se ve obligado a -"llevárselo a su casa a rezar"-. -"¿Qué quiere decir, qué va a hacer con el niño?" pregunta el cubano con el corazón llorando, -"lo lleva a estar tranquilo a su casa,a morir"- le dicen.
Hoy, es viernes 9 de diciembre y le cuento a mi abuelo -un hombre de la revolución- este momento. Le conté que ese medico no pudo hacer nada para rescatar esa vida de ocho años, no pude terminar de contar la historia, las primeras lágrimas fueron suyas y las lágrimas que pude contener ese jueves 1 de diciembre con ese hombre que conmovido nos contaba su historia, no las contuve hoy. Nos encontramos los dos llorando, por la vida.
La visita a la casa de los médicos cubanos termino con unas galletitas de regalo, agua caliente para el mate, recomendaciones para la cena y una conmoción que no sabíamos donde guardarla. Antes de irnos, nos saludamos uno por uno, con besos y abrazos.
Con esa primera y fuerte descarga de revolución que habíamos recibido, nos fuimos a un barcito a comer algo, a charlar y pensar.
Esa noche cuando llego al complejo educativo, no dudé un segundo en empezar esta crónica, que fue cambiando de forma todo el tiempo pero que necesitaba ser concretada, tenía que ponerle forma y palabras a todas estas situaciones para después poder trasmitirlas. "Nos fascina que nos cuentes" me dice muchas veces mi padre hablando por ambos (padre y madre). Y a mi también me gusta contar y contármelas.
Al otro día empieza la cumbre, en el Complejo Educativo ya no hay agua y es la mañana del viernes. En La Paz también están sin agua hace días y no es rara que esa sea la situación.
Los argentinos, nos juntamos en la canchita de la escuela a decidir los dos delegados que van a subir a hablar. Todos pertenecen a agrupaciones: sociales, políticas, sindicales. Paulina y yo -mi amiga del alma con la que emprendí este viaje- no pertenecemos a ninguna agrupación aunque no nos sentimos para nada al margen. Estamos adentro del hermoso mundo que puede llegar a ser la política, con la reflexión, con el debate, el amor, la emoción y el compromiso. Estamos buscando muchas cosas y no nos apura encontrar algo.
Sigue la discusión: quienes serán los representantes de la delegación argentina, que hay que decir y que hay que no decir; yo estoy por primera vez degustando este tipo de polémicas. Me cuestiono algunas cosas, reafirmo otras. Siento un poquito de bronca por unas, me emocionan otras... me encanta ser joven y estar en esta cumbre.
Empieza a ser una cuestión de creer absoluto o descreer un poco cada uno de lo suyo, para poder construir en comunidad.
Los delegados están decididos, los puntos a nombrar están acordados: lo principal es advertir sobre la vuelta del neoliberalismo y dar testimonio de lo que ocurre en nuestro país .
La apertura de la cumbre es en el domo de Villa Tunari, queda en el medio de la nada, prácticamente, y tiene una gran infraestructura. El calor es pesadísimo y afuera del lugar venden empanadas fritas, agua en saché, jugos en bolsita, helados y pollo a la parrilla, entre otras cosas. Regalan unos libros del ministerio de trabajo,empleo y previsión social y venden unos de Fidel que se agotan a los minutos.
Es mediodía y ya sabemos que esta por llegar el queridísimo Evo a hacer la apertura de la cumbre. Empieza a llenarse el lugar: de banderas, de jóvenes, de ilusión, de gritos: "¡Viva la revolución! ¡VIVA!", "¿Quién es Fidel? ¡YO SOY FIDEL!, ¿quién es Evo? ¡YO SOY EVO!", "¡Que viva Latinoamérica!"
Hay delegaciones de todo Bolivia: Tarija, Beni, Santa Cruz, Chuquisaca, Oruro, La Paz, Potosi, Cochabamba (donde nos encontrábamos), también había juventudes oriundas de Cuba, Perú, Costa Rica, Uruguay, Paraguay, Argentina y Chile. Todos juntos, eramos un único "¡Viva!"
Esperamos ansiosos y emocionados al presidente boliviano, me pongo en el pasillo que hicimos para recibirlo. Mientras estoy ahí un muchacho de la agrupación Siglo XXI -"evistas de corazón"- me dice que me acerque y me ponga de su lado: -"El Evo llega sin guardia ni nada, a el le encanta que la gente lo reciba y saludarlos"-. Me mostró una foto que tenía de otra vez que lo fue a escuchar a hablar y en eso me dice -"¡Ahora, ya viene!"-. "El Evo" paso caminando entre nosotros con su collar de coca, rozándonos las manos, mientras nos llamaba de "compañeros".
Antes de comenzar, se hizo un minuto de silencio para conmemorar la reciente partida del comandante, padre de la revolución.
Cuando el presidente del Estado Plurinacional de Bolivia agarró el micrófono, los 2000 jóvenes escuchábamos atentos. Evo nos contó como era Bolivia antes del 2006: La CIA estaba en el palacio, la DEA dirigía a la policía y a los militares, la embajada estadounidense con el narcotráfico...El enemigo estaba sentado en el sillón de casa. Hoy, están lejos, Bolivia les dijo "yankis go home". Evo pidió dejar de lado el personalismo e ir por el comunitarismo y la justicia social. -"Para la construcción del socialismo, no deben existir la codicia ni la ambición "- dijo, y advirtió que lo más peligroso no es el opuesto sino el traidor. Para terminar pidió que armáramos 10 mandatos o razones por las cuales un joven de estas épocas debe ser antimperialista y dijo que lo leería en su viaje a Cuba, hacia donde partía el día siguiente a despedir a su colega.
En la cumbre, me anoté en la mesa 1: "Agresión e intervención imperialista en Lationamérica" que luego se junto con la mesa de "Horizontes enmancipatorios para la construcción del proyecto revolucionario".
Había panelistas, comienza hablando el ministro de gobierno Carlos Romero. Analiza los ataques imperialistas en una línea de tiempo. Vemos en paralelo a todos nuestros paises hermanos: las dictaduras de los '70, el narcotráfico como pretexto y estrategia en los '80... hoy, la "democracia procedimental y liberal" que nos lleva a este siglo XXI que llora sangre. Intenta mostrar también, las contradiccciones del capitalismo, esa cosa que parece tan maquinal e imparable.
"La revolucion se sostiene mientras el pueblo se mantenga movilizado y cada pais construye su propio modelo socialista" dice el ministro.
Luego habla Adriana Salvatierra -la senadora mas joven de la historia boliviana, nos cuentan-. Ella nos lee primero una carta del Che, y luego de una linda introducción, nos muestra un mapa donde se señalan los intereses estratégicos que hay para el Imperio en América Latina.
-" Si Cuba pudo, Latinoamérica tambien"- dijo la valiente mujer. -"La lucha contra el capitalismo, es de hecho, la lucha por la vida"-.
En algún momento uno de los panelistas nos pide ser: "jóvenes rebeldes con ideologías políticas sanas" .
Luego hablan otros senadores, hablan delegados de otros países que comentan sobre la situación en cada uno de ellos y cada uno da a conocer sus propuestas y reflexiones.
Es la hora de la cena y nos ponemos a hacer la fila para buscar nuestras bandejas de pollo, arroz, mandioca y plátano; notamos que uno de los ministros lleva una escalera al hombro para colgar unos globos en el escenario. Cuando estamos haciendo la fila, escucho que alguien me toca el hombro, "Compañera, su plátano" era la senadora Salvatierra que hacía unos minutos nos había llenado el alma de valor y entusiasmo. Estaba repartiéndonos las bananas, uno por uno, de igual a igual. El poder, iba tomando la dimensión y sensación real de poder indestructible.
Es sábado a la mañana y estamos por bañarnos. Aunque no hay agua desde hace unos días en los baños, hay unas duchas portátiles justo afuera del domo que pueden usarse.
Me baño. Me seco. Me cambio. Me siento un minuto en el piso y miro las duchas.
Me doy cuenta que en Bolivia todo puede pasar por un mismo plano: la discusión sobre la revolución, el discurso de mujeres y hombres que nos empoderan, la cena, los plátanos que nos da la senadora, el minuto de silencio por Fidel Castro, bañarse, las lágrimas de emoción, el grito de "viva la patria grande" .
En Rosario, aprendí de los integrantes de la comunidad QOM que lo sagrado puede suceder en el mismo lugar que lo cotidiano, que lo humano. La olla de la cocina para ellos: es sagrada, en cambio la cuchara, la mesa, el arroz... son simplemente una cosa mas de este mundo tan mundo; pero se mezclan, ahí, en la cocina.
Me doy cuenta que el gran Evo Morales podría haberme cruzado en toalla, con el "shampoo" en la mano.
Bolivia, me fascina una vez mas.
Ese sábado, entre todos, armamos los 10 mandamientos por los cuales un joven debe ser antimperialista. Y cada uno intentó aportar desde su historia individual a la construcción colectiva. Eramos una delegación de jóvenes conmovidos, comprometidos de pies a cabeza. Confiamos en nosotros.
Volvíamos. Eran las 9 de la noche del sábado y estábamos ya con las panzas llenas listos para dormir. Pero la vuelta se demoro: justo antes de salir de Villa Tunari nos enteramos que hay un piquete en una de las rutas que tenemos que tomar. Ya casi no teníamos pesos bolivianos. Volvimos a la escuela, hicimos una asamblea en las gradas. Las demás delegaciones que no eran de Argentina que había en la escuela tampoco podían regresar a sus hogares por los cortes, sin embargo, no hacían asamblea, ni estaban nerviosos... nos miraban con curiosidad.
Teníamos prácticamente dos opciones: esperar a que el corte se levante (tiempo indefinido) o volver por un camino en altura que sumaba al ya largo viaje 15 horas mas. La segunda opción nos tenia escandalizados, lo hablamos un rato, evaluamos posibilidades... decidimos esperar al otro día.
Nos quedamos tomando unos mates y charlando, entre nosotros y con los compañeros de otros países, que por distintas razones no estaban en lo más mínimo alarmados.
Se hicieron las 3 am y decidimos ir a dormir un poco, las camas ya no tenían sabanas y la situación no ameritaba ponerse un piyama.
Dormimos hasta las 7 30/8 de la mañana. Cuando nos levantamos continuamos la asamblea. Entre las discusiones para determinar prioridades, evaluar posibles pedidos a la alcaldesa, idas y vueltas, se acercan unos compañeros de Bolivia y nos dicen -"tranquilos, ahora hacemos un guiso muy rico, para todos. Mi amiga sabe hacerlo espectacular"-. Al final no comimos el guiso, partimos antes por la ruta en altura, pero esas palabras nos pusieron un poco los pies en la tierra.
El camino por la otra ruta no iba saliendo muy bien: teníamos las pastillas contra el apunamiento (que nos consiguio la alcaldesa, por las dudas), mucha agua e íbamos todos mascando coca. En eso rompe el aire del colectivo y cunde el pánico. Habíamos hecho solo 50 km y nos llaman para avisarnos que podemos volver por el camino amigable. A esta altura de la situación los caminos ya tenían, para nosotros, un nombre generalizado: el camino bueno y el malo.
Volvemos al camino bueno y estamos todos tranquilos.
Llegar a Rosario se sintió hermoso, soy una enamorada de mi ciudad, de mi pequeño mundo que me vio crecer. Pero llegar a Rosario, también, se sintió un poco raro. Pude ver entre los edificios, en el ruido de los zapatos que golpeaban a ritmo constante el pavimento, en los autos que pasaban, en el sol que caía...una irrealidad, una maquinalidad, un costado de ciudad de fantasía que en los pasados días en Bolivia no había percibido.
"Si uno gana, es porque hay otro que está perdiendo". escuchamos de alguna boca en la cumbre.
En mi ciudad, hay muchos ganadores y estamos todos condenados a entender las reglas del juego, nos encontramos a veces jugándolo a la fuerza. En Villa Tunari, se puede pausar el juego y viajar en el baúl de un taxi, o compartir una comida, y olvidarse de cuál era el juego y en que posición iba cada uno.
Villa tunari se parece poco y nada a mi ciudad... pero me gusta mucho.
Bolivia es encantadora y quedamos comprometidos con esa tierra para siempre.
Hasta la patria grande, compañeros.